19 mar 2012

¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?





            No le temo a ella. Le temo a cómo llegará. Al sufrimiento que le antecede, al miedo en el rostro de los demás.

Me gusta pensar en la vida y también en la muerte (la gran incógnita).

          La muerte guarda una simbología de eternidad, y guarda miedo. Miedo a perdernos en la nada, miedo a lo que hay después, en lo que nos convertiremos...Miedo, a fin de cuentas, a lo desconocido.
Una vez leí: "sólo estarás vivo hasta que la última persona que pueda recordarte muera".
Morirá lo único que quedaba tuyo en la tierra, tu recuerdo. Pero entonces seguirá "tu sangre" fluyendo por esta maravillosa cárcel de vida, a través de tus familiares.

          La vida es una contaste carrera para evitar la muerte (que siempre nos alcanza). De vez en cuando, inevitable, te cansas de correr. Te ahogas...debes parar, andas. Recuperas un poco del aliento perdido. No sabes cómo, tampoco por qué. Vuelves a pensar en los momentos vividos que puedas recordar (si son alegres, mejor). Piensas en ellos y los agarras como si fueran un salvavidas, tu salvavidas (peligro cuando abres el cajón equivocado y sale un recuerdo que creías quemado, roto, desaparecido...).
Elijo recuerdos, vivencias pasadas, que me hicieron lo que soy.
Incluso, a veces, escojo "salvavidas" que aún no me han pertenecido. Mis sueños. Son ilusiones futuras, focos de luz en la oscuridad, experiencias que no he vivido y, puede que realmente nunca me vayan a pertenecer, aún así me salvan y me insuflan un poco de aire puro.

Yo recuerdo a muchas personas. Personas que marcaron mi vida. Personas que no están, pero que en mi memoria vivirán eternamente.