Suenan campanas a lo lejos, como si de una película western se tratara (se acercan las doce).
Oigo estruendosos petardos, tirados por niños y no tan niños.
¿Qué celebramos? ¿Alguien, realmente, puede recordarlo? -Creo que pocos-.
Salimos a fiestas y nos deseamos una "Feliz Navidad", nos emborrachamos, embriagados por una celebración a la que le falta moral y ética -La perdimos por el camino-.
(Ahora pasa un coche con una canción a todo volumen, reggaeton).
Perdimos la noción, perdimos el significado de una fiesta. Ya no nos reunimos en torno a una mesa para celebrar el amor. Esperamos con ansia que dicha comida acabe para celebrar... pero...
¿¡qué celebramos!? ¿Quizás el propio amor desvirtuado, o la vida, la lujuria? Perdemos nuestros valores, poco a poco, sin reemplazarlos por nada diferente al alcohol (o sucedáneos).
Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué los pueblos no se levantan contra los malos tratos que, la política la religión y la propia sociedad hacen contra ellos? Pues porque no hay fuerza de carácter. Esa misma fuerza que viene impuesta tras una cultura, una historia, una moral (aunque cada uno le de un significado diferente).
Pobres, estúpidos y -a la vez- avariciosos.
Somos lo que hacemos y... así nos va.
¡Feliz Navidad!
