24 mar 2020

Relato del chichivirus



Cien años después vino otra pandemia, nos azotó a todos, no dejó a nadie a la deriva.

El Codvid-19, el coronavirus, aunque yo me quedo con la nomenclatura que le dio una gaditana, el chichivirus.

Cómo decía, el chichivirus, no dejó a nadie de lado, a todos nos tocó de una u otra forma, a todos nos está dejando muchas cosas con las que reflexionar.

Lo primero, supongo de recibo, es aclarar que todo esto empieza en China. Al comenzar esta cruzada del chichivirus con los humanos, todas las personas que no son del país asiático comienzan una guerra silenciosa, de éstas cosas que a los viandantes de a pie nos da vergüenza ajena, y todo lo que tiene que ver con personas de ojos rasgados empieza a darnos cierta repulsión, al menos, a una parte gran de la población (no me digáis que no, que yo lo sé). Quiero recalcarlo, porque después, resulta que estas personas, maravillosas diría yo, ayudan al mundo entero poniendo todos los recursos de los que disponen para ayudar a esa humanidad que, a veces, no se lo merece.

El chichivirus empieza a viajar, y llega hasta Europa, saltándose todas las fronteras que los humanos hemos alzado y definiéndonos a todos como iguales (puede llegar a ser triste que sea una enfermedad lo que nos iguale, pero puede que esto nos sirva para, entre otras muchas, poner las cosas de donde nunca deberían haberse movido, a ver cuánto dura).

Y aún nos coge lejos, claro, aun habiéndose saltado miles de kilómetros estaba, fuera de mi territorio, así que, como lo vemos desde la pantalla de la tele, a nosotros no nos afecta. Cómo todas estas guerras, hambrunas, muertes y demás devastaciones que, como no es a nosotros pues qué pena, pero que no pasa nada, que no vengan aquí para sobrevivir que nos quitan el trabajo (léase con ironía).

Bueno, sigo que me pierdo en otras lindes. Llega a Europa, a Italia, y en poco tiempo la desola, claro, sin las medidas de contención que Wuham dispuso y sin la concienciación social que tienen sus habitantes el chichivirus campó a sus anchas. Los italianos se vieron, en muy poco tiempo, con un porcentaje elevadísimo de contagio, y con la famosa curva siempre ascendiendo. La sanidad, como ya pasara en Wuham, se vió colapsada hasta límites que no se podían contener. Y llegó a España.

Con los datos que teníamos hasta aquí es fácil pensar que, desde los primeros contagios, nuestros dirigentes pondrían tierra de por medio rápido, pero no.

Esperamos, lo hicimos como siempre hacemos, esperando los fallos para criticarlos (recordad, hay que poner siempre puentes para avanzar). En vez de soluciones hicimos manifestaciones públicas, mítines, miles de partidos deportivos.

¿Y qué pasó? Pues que Madrid, La Rioja y País Vasco (zonas con más afectados) se disparan a la velocidad de la luz.

Comenzamos a tomar medidas. Se decreta confinamiento civil en las zonas más latentes de chichivirus, y resulta que sus vecinos se lo saltan a la piola (pongo ésto para aclarar que el fallo siempre es de todos, del pueblo, también), y deciden que eso son unas vacaciones y se dirigen a sus segundas residencias (hablo de Madrid para que no se nos olvide), esto hace que el pico de contagio suba en muchos municipios españoles.

Llegados a este caso, el chichivirus, pone sobre la mesa todo lo que le fue usurpado a la Sanidad Pública española. Se pone de manifiesto que, todas esas camas quitadas, esas plantas cerradas, esos facultativos que tuvieron que emigrar eran necesarios, son necesarios. 
Catástrofe en nuestra joya de la corona, en esa red sanitaria que es emblema de ni nación y que, sin embargo, tan descuidada la tenemos. 
Pero ellos (perdonad que no ponga ellas, estoy usando el neutro del español) son guerreros. Son personas íntegras, luchadoras, profesionales. Los sanitarios españoles con su capacidad de trabajo y ese corazón ingobernable que tienen y que le han hecho entrar en esta guerra sin armas, pero ¡cómo ayudan y curan!.

Limpiadores, lavanderos, auxiliares, enfermeros, médicos (que no los pongo de menos a más eh, que están en la misma línea, fijaros bien) nos faltarán años para daros las GRACIAS.

Y gracias también a los transportistas, y a los trabajadores de supermercados, y a los panaderos y ganaderos, y a nuestros agricultores, y a las personas que, desde su casa o negocio, facilitan a los guerreros armas para combatir al chichivirus, y a nuestros militares, policía, guardia civil, músicos, escritores, profesores, padres e hijos, abuelos.. seguro que se me van millones de personas que han hecho posible que EL PUEBLO SALVE AL PUEBLO.
¿Veis? El chichivirus nos ha hecho ver quiénes son los importantes en la sociedad, ¿a qué no lo imaginabámos? Resulta que el imprescindible no es el Rey, sino el limpiador.
¡Dentro de la devastación quedaos siempre con la enseñanza!.

Lo que está claro es que nos ha puesto los pies en el suelo, que el chichivirus a base de contagios y de pérdidas humanas nos ha vuelto a revelar que todos somos iguales, que las fronteras que construimos, que las clases sociales que hemos creado no nos hace diferentes; que, como ya pintara Valdés Leal en el año 1672 en aquel “Finis Gloriae Mundi” (el fin de la gloria del mundo) con su “ni más ni menos” da igual cómo seas que Ella siempre te encuentra, poniéndonos donde todos llegaremos, por igual.

Y, para terminar, quiero referirme a Andalucía. Porque, si bien es cierto que España tomó medidas antes que el pico fuera crítico en esta comunidad, gracias a la loable actuación ciudadana, confinada, enclaustrada en sus casas, ha conseguido un número de contagios muy leve. Debatiendo el porqué de esta actuación de la ciudadanía, que desde el principio y sin rechistar todos se quedaron en casa sin inmutarse, supongo varias cuestiones, no sé si ciertas o no. Quizás sea otro golpe en la mesa del que pensar, la princesa dormida, mi provincia vapuleada dando ejemplo de cómo han de hacerse las cosas; no es la primera vez, por supuesto, pero esta sociedad es olvidadiza y a las primeras de cambio siempre termina denigrando y rebajándonos.

El chichivirus nos ha quitado la primavera en Andalucía (en todos sitios, pero ¿sabéis lo que es tener azahar por las calles y no poder olerlo?) , que ya hay que ser malaje.. y aun así, viviendo la mejor época en la provincia soñada, todo el mundo en sus casas, aplaudiendo a las 8 de la tarde a nuestros guerreros, porque, EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO, y el pueblo somos todos sin importar dónde estés, de dónde seas, el dinero que tengas, ni tonterías varias.

Saldremos de ésta, espero que las vidas que nos ha costado nos hagan replantearnos nuestros pensamientos ombliguistas.





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